Algunos o muchos progenitores varones, no se limitan a ser generadores de recursos para la subsistencia de la familia, sino que se implican activamente en el cuidado y la educación de sus hijos.

  • •Hay una mayor diversidad en la forma de asumir la función paterna, distinguiéndose por un lado, la continuidad del ejercicio de una paternidad tradicional, que implica tiempo parcial, limitado y discontinuo. Por otro lado, está aquella paternidad con un rol de emergente de cambio, que recupera algunos elementos expropiados como la ternura, la cercanía y la empatia al descubrir el disfrute de los hijos y compartir igualdad
    de funciones con la madre. Esta función paterna incluye una gama de responsabilidades que se comparten de forma complementaria y/o suplementaria en caso de ausencia del otro progenitor.

La diversidad de tipos de familia, la incorporación de la mujer al trabajo, los avances tecnológicos, los procesos de cambios sociales, han generado impactos severos en la forma de asumir los roles: madre, padre, hijo, esposo, esposa, hombre, mujer.

En relación a estos procesos de asunción de roles, son interesantes los aportes de Pichón Riviere (1985), quien apunta que el rol materno se asume desde los condicionantes socioculturales como un proceso de identificación introyectiva, mientras que el rol del padre podría responder a una identificación proyectiva, esto hace que los padres sean menos propensos a sentir culpa y puedan salirse del rol con mucha más facilidad. Precisamente por ello, el modelo de madre, ha mantenido inamovible algunas variables desde lo cultural como: presencia física, contacto afectivo y responsabilidad.

En la desconstrucción del imaginario familia, señala Ares (1990), el concepto de familia, debe ser definido como la unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común y duradero, en el que se generen sentimientos intensos de pertenencia a dicho grupo, con un compromiso personal entre sus miembros y el establecimiento de sólidas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia.

 

Frente a las grandes transformaciones sociales del mundo contemporáneo que han tenido fuertes impactos en la familia como grupo humano y, por otra parte, ante la irrevocable realidad de que la familia, a pesar de estos cambios se mantiene como el habitat natural del individuo, emerge la necesidad de desarrollar estrategias de intervención comunitaria que permitan darles elementos de lectura de la realidad e identificar las contradicciones que, inevitablemente, van surgiendo entre las fuerzas de las asignaciones culturales y los nuevos valores que se van imponiendo a tenor de las transformaciones socioeconómicas de la sociedad.

Es sabido que la comunidad constituye el escenario natural y a la vez sociocultural más inmediato, donde transcurre la vida familiar y se desarrolla el ser humano. Todas sus características, desde las materiales externas hasta las subjetivas tanto de los grupos e instituciones que la integran (familia, escuela, grupos informales y otros) influyen y matizan la integración psicosocial de los sujetos que en ella habitan, viéndose reflejadas en su desarrollo cultural, intelectual, emocional, motivacional, ideológico, político y hasta en la forma de enfermar.

Lo anterior, hace indispensable aprovechar en la práctica comunitaria, las categorías que aporta el modelo sistémico en sus investigaciones de la familia, pero desde una perspectiva teórica y metodológica que recupere tanto la subjetividad del individuo como el estrecho vínculo entre individuo, familia y sociedad, donde la familia, además de ser una categoría histórica que cumple importantes funciones para la sociedad, también sea considerada como una categoría evolutiva, siempre en continuo proceso de cambios cualitativos, atravesando ciclos o etapas cuyo tránsito representan potenciales crisis, aunque las crisis no necesariamente son señales de deterioro, suponen riesgos y conquistas, son motores impulsores de los cambios, que exigen un constante equilibrio y flexibilidad para que esta unidad logre sostenerse a lo largo del tiempo, donde coincidan en destacar como decisivo:

  • Los límites y jerarquías claras.
  • El respeto a los espacios físicos y emocionales de cada miembro.
  • Las reglas flexibles pero claras y precisas.
  • La capacidad de reajuste ante los cambios.
  • La posibilidad de expresar sentimientos y una comunicación clara y directa.
  • La presencia de códigos de lealtad y pertenencia sin perder la identidad y la autonomía.
  • La adecuada distribución de roles.
  • Las estrategias pertinentes para resolver situaciones de conflicto.

La propuesta de atención comunitaria, se sustenta como una acción preventiva y de intervención secundaria, que suministra elementos de lectura para desentrañar las contradicciones entre lo que se asigna como normal y el riesgo de asumirla, se basa en el entendimiento colectivo y el libre reconocimiento de las singularidades y diferencias a partir de los mismos conjuntos sociales implicados, donde la moral de los profesionales de la salud, sea aquélla de buscar el bien del prójimo, sin caer en los parámetros de la beneficencia, ni en prácticas mercantilistas.

La intervención comunitaria familiar, se sustenta en las afirmaciones de Engels (1984), y tiene como referente principal, considerar a la familia como una categoría histórica, vehículo transmisor de pautas culturales a través de varias generaciones lo que permite al mismo tiempo modificaciones de éstas; agente de socialización, comunicación, diálogo y simbolización; escenario donde se construye la autoestima, donde se experimenta un cierto nivel de bienestar psicológico en la vida cotidiana frente a los conflictos y las situaciones estresantes. Ello explica la interacción dialéctica e interdependencia de familia, individuo y sociedad; relación que dista mucho de ser unidireccional, sino al contrario, implica considerar un continuo proceso de interinfluencias.

En síntesis, es imprescindible operar con la concepción de familia como grupo humano en el ámbito comunitario, lo cual significa aceptar, no sólo desde lo declarativo, sino desde un punto de vista metodológico y práctico, un abordaje que tome al grupo familiar como unidad de análisis, evitando trabajar con la familia desde eslabones aislados, dirigidos a uno u otro miembro: mujer embarazada, género, tercera edad, perdiendo el enfoque de grupo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Ares, M. P. (1990): Mi familia es así. Editorial Ciencias Sociales. La Habana.

Bertalanffy, L. (1976): Teoría general de los sistemas. Ed. Fondo Cultural. México.

Engels, F. (1984): Origen de la familia: la propiedad privada y el estado. Ed. Nuevomar. México.

Pichón, R. (1985): Teoría del vínculo. Ed. Nueva Visión. Argentina.